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 EXPERIENCE K-HORROR!


POR HÉCTOR AJA

El género cinematográfico de terror abarca un amplio campo en el que tienen cabida todo tipo de estilos, desde el drama hasta la comedia, con un componente psicológico mucho mayor del que cabe esperar. No solo son películas abocadas a entretener, sino que también sirven como una especie de catarsis terapeútica donde se aborda la naturaleza primitiva del ser humano y sus temores, lo que te permite lidiar con sentimientos como la pérdida de la individualidad, el miedo a la muerte o la alienación humana, desde un prisma que puede ser aterrador o repulsivo. 


El objetivo de las películas de terror es provocar una respuesta emocional horrible. A finales de los años 90, surgió el término de J-Horror, que se utilizó para definir todas las producciones de terror japonesas. La popularidad de estos films reside en su éxito y su originalidad que han llevado al género de terror a reinventarse e influir en la producción de terror internacional. A nivel estético, se tratan de películas atmosféricas y con una gran carga psicológica en torno a leyendas urbanas relacionadas con la cultura popular, sin necesidad de apostar por el gore explícito. En 1998, se estrenó Ringu (Hideo Nakata, 1998) y cosechó tal éxito internacional, que comenzaron a producirse varios títulos de cine de terror en Japón, Tailandia y Corea del Sur.


El boom de Parásitos y El Juego del Calamar impulsó a Corea del Sur a visibilizarse como un todoterreno global a nivel cinematográfico. Si bien, su apuesta en el terreno del thriller con ecos de terror se caracteriza por intrincadas, ambiciosas y espectaculares historias dando lugar a una prominente generación de cineastas talentosos y con una habilidad para la puesta en escena que nada tiene que envidiar a Hollywood.


Entre ellos, Bong Joon Ho, director de Parásitos, que en 2006 nos trajo la terrorífica The Host (se puede ver en Amazon Prime Video) con una criatura mutante, al nivel de Godzilla, reflejo de la radiación nuclear por los bombardeos en Hiroshima y Nagasaki a finales de la Segunda Guerra Mundial. En su estreno se posicionó como una de las películas más taquilleras de la historia de Corea del Sur, y este monstruo sirvió para articular todas las ansiedades sociales y preocupaciones latentes por el cambio de la sociedad coreana y reflejar cómo los seres humanos reaccionamos ante un evento apocalíptico, dejando entrever el egoísmo humano y la importancia de la empatía. Una monster-movie que eleva su concepto entregando una digna, entretenida y emocionante película sobre la lucha por la supervivencia de una familia dispuesta a todo para salvar a su hija, retenida en la guarida de este anfibio de dientes afilados devorador de humanos. Entre su reparto brillan actores como el gran Sang Ka-Ho, quien interpreta a un torpe padre coraje, y Bae Doona como arquera frustrada. Una delicia para todos aquellos que buscan una película de monstruos para ver en estas fechas.


Los zombies son los monstruos del siglo XXI y parte de ello se debe a éxitos como Tren a Busan, que ayudaron a revitalizar un subgénero que ya se estaba agotando. El comienzo de la fiebre zombie tuvo lugar con La noche de los muertos vivientes (George A. Romero, 1969) y de ahí siguió una larga ristra de secuelas y versiones hasta que comenzó a mostrar síntomas de agotamiento. Sin embargo, gracias al debut de The Walking Dead, una de las series de televisión más populares con varios spin off, el público volvió a mostrar interés por ellos. Pero en los últimos años surgieron éxitos como las producciones coreanas: I am a Hero (ver en FILMIN), #Vivo (ver en Netflix) y Tren a Busan (ver en Filmin; alquiler en Amazon Prime Video), consolidado como el primer blockbuster coreano dentro del subgénero de apocalipsis zombie.


Pero la obra definitiva y más célebre es Tren a Busan, que incluso tiene una secuela, Península (ver en Movistar) y comienza mostrando una crisis financiera y familiar, en la vida del protagonista (Gong Yoo), divorciado de su esposa, Seok-U, y con una relación distante con su hija, Su-An. Además, un centro de investigación ha causado una crisis ambiental que las autoridades descartan e ignoran, criticando directamente el establishment científico, lo que da pie a este evento apocalíptico de grandes proporciones que justo coincide para los protagonistas en la ruta de un tren, lo que hace que su visionado sea más tenso, claustrofóbico e impactante. El contraste entre egoísmo y altruismo que se refleja es una de las claves de su éxito, porque muestra tanto la humanidad como la falta de ella. Otra de las claves, más allá de su espectacular puesta en escena, es su equilibrio entre lo emocional y lo terrorífico con unos zombis más rápidos y despiadados que te pueden matar sin que te des cuenta, dejando de lado a esos lentos y tan característicos. 


El año pasado tuvo lugar una locura desenfrenada con el título de Project Wolf Hunting (ver en Movistar), de esas películas donde no dejan títere con cabeza (literal) con una buena dosis de hemoglobina no apta para los más sensibles. La trama sigue a un oficial de la policía, Park Jong Do, encargado de supervisar el proceso de extradición de unos criminales peligrosos, que planean fugarse en un cargamento marítimo durante el trayecto de Filipinas a Corea del Sur. Sin embargo, una vez que comienza la batalla sangrienta entre los policías y los presos, la historia toma un giro de lo más loco y siniestro que eleva su carga de gore explícito y salvajismo disfrutable en sus imparables dos horas. Es un mix de películas como Terminator, Con Air y Predator que demuestra lo bien que se les da a los coreanos planificar escenas de acción y provocar estallidos de violencia. Un perfecto cóctel explosivo que se mueve entre los géneros de thriller, acción, ciencia ficción y con algún elemento de terror.


Hay infinidad de títulos para recomendar que no se encuentran en ninguna plataforma pero merecen la pena reivindicar más allá de joyas como la atmosférica The Wailing sobre un pueblo maldito con cultos satánicos y la historia de amor vampírica o Thirst, sobre un sacerdote condenado a hincar el diente del -siempre- maestro Park Chan Wook. Películas como Bloody Reunion, un brutal slasher muy perverso que tiene lugar en una casa de playa, donde se reúnen seis antiguos alumnos con su profesora enferma. Lo que parece un reencuentro amistoso rememorando el pasado, la historia toma un giro malsano con una serie de muertes y encuentros brutales a medida que se van desvelando viejas rencillas del pasado con un plot twist que puede pillar a uno desprevenido y llevarse las manos a la cabeza.


Otras recomendaciones donde la palabra brutal se queda corta con la violencia y la crueldad humana llevado al paroxismo para retratar lo peor de la condición humana son Bedevilled, que sigue la narrativa del rape and revenge contando la historia de una mujer, cuyo incidente violento en su trabajo la obliga a tomarse unos días de descanso en una isla, donde pasó su infancia. En su regreso a su lugar de origen se encuentra con una amiga de la infancia, sometida a un calvario y abuso por parte de sus familiares. De modo que esta cinta no exenta de una violencia cruda, donde finalmente la venganza se cobra frente al abuso sistémico de un lugar apartado del mundo, en el que el pasotismo de los habitantes de esa localidad y la propia protagonista evidencian una moral reprensible con los hombres retratados como la peor calaña más sádica. La película se acentúa con un realismo desgarrador e incómodo que para tratarse de un debut impresiona por lo bien plasmado que está. Mientras la violencia atiende a un propósito: reflejar el tormento y las terribles consecuencias, tanto a nivel físico y psicológico, del abuso y la violencia sexual.


Por último, una coproducción coreana y japonesa, A Record of a Sweet Murder, que se adentra en el falso documental para contar la historia de una periodista y su cámara, que son contactados por un asesino en serie, cuyo objetivo es llegar a un número de muertes para resucitar a una amiga de la infancia. Y, para ello, necesitará la ayuda de estos dos para grabar y probar que este hecho no es producto de los delirios esquizoides de éste sino del milagro que se va a obrar gracias al Dios que ha contactado con él. Es una película efectiva, donde el trabajo de cámara en mano le aporta nervio y la ambientación lúgubre y sucia, puesto que tiene lugar en la casa del mismo asesino en serie, ayuda a lograr el propósito de desagradar e impactar, haciéndote dudar de la cordura de este asesino mientras suceden coincidencias al azar que se corresponden a lo dicho por el asesino, de perturbadora y amenazante presencia. Tiene un final tan sorprendente y divisivo que no dejará indiferente a nadie.


Estas recomendaciones pueden servir para disfrutar y sufrir la apabullante imaginería macabra de los coreanos en una noche diferente de Halloween y que terminen rondando en tu cabeza los siguientes días. 

 

Créditos

Portada: Mónica Rebollo


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